1 Identificar los desequilibrios de la sensibilidad

¿Qué es la sensibilidad?

Algunas personas parecen ser naturalmente más sensibles que otras, lo que a veces es una cualidad admirable. Las parejas son sensibles al estado de ánimo del otro y no son exigentes con su compañero(a) cuando éste ha tenido un día difícil. Gracias a este tipo de sensibilidad, nuestras relaciones son más sanas y vivimos más felices. Llamemos “sensibilidad equilibrada” a esta habilidad. En otros casos, ser sensible es una desventaja. Las personas inseguras son tan sensibles que se sienten heridas ante la más leve observación, síndrome que se conoce como hipersensibilidad. En el otro extremo se encuentra la insensibilidad: las personas egoístas son insensibles al efecto que sus palabras tienen en otros y dicen lo primero que les viene a la mente.

La sensibilidad, entonces, es una variable que abarca un espectro muy amplio, que fluctúa de la insensibilidad a la hipersensibilidad, con la sensibilidad equilibrada en algún punto intermedio. Sin embargo, el grado y la calidad de nuestra sensibilidad no son constantes matemáticas que permanecen fijas durante toda una vida; a través de la educación y el entrenamiento podemos cambiarlas si así lo deseamos. Para hacerlo, necesitamos observar muy de cerca lo que significa la sensibilidad, pues esto nos permite diferenciar los factores que la hacen ser una ventaja o una desventaja. Entonces podremos explorar varios métodos para desarrollar o enriquecer las variantes positivas, y reducir o eliminar las negativas.

La sensibilidad tiene formas tanto físicas como mentales. La sensibilidad física depende del aparato sensorial del cuerpo o del sistema inmunológico. Un cirujano, por ejemplo, tiene sensibilidad en los dedos para hacer bien su trabajo, y una persona con alergias es sensible al polvo. Aquí abordaremos exclusivamente la forma de sensibilidad que es una cualidad de la mente y del corazón. Dicha sensibilidad puede ser al entorno, a los negocios, a la política, a la flora y fauna silvestre, a otras personas o a nosotros mismos. En este caso, exploraremos las dos últimas formas.

La sensibilidad es una función de dos variables: atención y respuesta, cada de una de las cuales puede ser débil, desproporcionada o equilibrada. Con la atención notamos la condición de alguien, las consecuencias que nuestro comportamiento tiene en él o ella, o ambas. La capacidad de respuesta nos permite responder de forma espontánea o considerada a lo que notamos. No reaccionamos solamente de forma física o química ante lo que sucede a nuestro alrededor o ante lo que nos sucede a nosotros, como el papel tornasol reacciona ante un ácido. Respondemos con una emoción, un pensamiento, palabras, acciones o alguna combinación de estas cuatro.

Una dimensión de la sensibilidad equilibrada que va más allá, es descubrir un balance entre ser sensibles ante lo que otros requieren, solicitan o exigen de nosotros, y ser sensibles ante nuestras propias necesidades. Si constantemente satisfacemos a los demás sin poner límites, podemos forzar nuestros recursos físicos y emocionales. Dicho síndrome, particularmente cuando va acompañado de una baja autoestima o un complejo de mártir, es insano para todos los involucrados. De manera similar, si sólo consideramos nuestro punto de vista en las relaciones interpersonales, nuestra actitud narcisista nos apartará de los demás.

Nadie es totalmente insensible o hipersensible, nadie atiende únicamente sus necesidades o las de los demás. Nuestro comportamiento varía de acuerdo con la situación, las personas y nuestro estado de ánimo. Más aún, un desequilibrio en la sensibilidad abarca frecuentemente ambos polos del problema. Una reacción demasiado emocional hacia alguien muchas veces es insensible al efecto que dicho comportamiento puede tener en la otra persona. Una impasible falta de atención o reacción, puede enmascarar un miedo hipersensible a la incompetencia o al rechazo. Cuando somos hipersensibles a las necesidades de los demás, podemos fácilmente perder de vista lo que nosotros mismos necesitamos. Cuando ponemos atención excesiva a nuestros sentimientos o deseos, podemos ser insensibles a los sentimientos o preferencias de los demás. Desarrollar una sensibilidad equilibrada requiere una aproximación multidireccional.

Ejercicio 1: Identificar los desequilibrios en la sensibilidad

Shantideva, maestro budista del siglo VIII, explicó que sólo podemos atinar en un blanco si lo vemos con claridad. De la misma forma, sólo podremos tratar efectivamente los tipos específicos de sensibilidad desequilibrada que padecemos, si podemos reconocerlos. Por lo tanto, el primer paso en nuestro programa es considerar diferentes formas de hipersensibilidad e insensibilidad, y luego revisar si las experimentamos. Como ambos son problemas multifacéticos, desglosaremos sus variantes enfocándonos en las dos principales variables: atención y respuesta. Aunque el análisis no es exhaustivo, incluye las formas más comunes de sensibilidad desequilibrada.

El proceso introspectivo que aquí se solicita no tiene el fin de juzgarnos. Vernos “desafiados en la sensibilidad” en algunas áreas no conlleva estigma moral alguno. El propósito del primer ejercicio consiste meramente en hacer un sondeo de nuestra personalidad, similar a lo que sería una encuesta de nuestras preferencias de consumo. Estar conscientes de nuestros hábitos y tendencias nos da una idea más clara de las facetas de nuestro perfil con las que tenemos que trabajar.

Para practicar en un taller, el facilitador del grupo puede escoger un ejemplo de cada categoría de los esquemas. Al practicar en casa podemos hacer lo mismo, eligiendo solamente los ejemplos que sean personalmente pertinentes. Para una práctica avanzada o exhaustiva, podemos considerar todos los ejemplos citados.

Formas de hipersensibilidad

El primer esquema presenta cuatro formas de comportamiento relacionadas con los demás o con nosotros mismos. Las alternativas son: una manera equilibrada de actuar o una hipersensible. Es necesario hacer una pausa después de cada par de alternativas para considerar cuál de los ejemplos citados es más típico en nosotros. Si ninguno de los ejemplos se ajusta a nuestro patrón, podemos tratar de encontrar otros que sean más aplicables a nuestra vida personal.

  1. Podemos poner atención a una situación de una manera equilibrada o de una manera exageradamente intensa. Por ejemplo, con relación a los demás, podemos preguntarle a nuestro hijo enfermo cómo se siente, o importunarlo con esta pregunta cada cinco minutos. Con relación a nosotros mismos, podemos cuidar nuestra salud o ser hipocondríacos.
  2. Poner atención a las consecuencias de nuestras acciones puede tomar una forma equilibrada o ansiosa. Con relación a los demás, podemos considerar su opinión cuando decidimos algo o estar tan temerosos de su desaprobación que eso nos incapacita para decidir lo que es mejor. Con relación a nosotros mismos, podemos encargarnos de que nos vaya bien en la escuela, o preocuparnos obsesivamente por el fracaso.
  3. Respondemos de dos maneras ante lo que notamos: desapasionadamente o de forma exageradamente emocional. Con relación a los demás, supongamos que nos damos cuenta de que alguien nos quiere rebasar en la autopista. Podemos responder sobriamente y cambiarnos de carril, o podemos dejar que se enciendan nuestros ánimos y pensar obscenidades. En lo concerniente a nosotros mismos, cuando perdemos las llaves podemos responder con calma y buscarlas sistemáticamente, o podemos entrar en pánico.
  4. Además, una reacción emocional no necesita ser exageradamente emocional, puede ser equilibrada o perturbadora. Con relación a los demás, podemos notar que nuestra pareja o compañero(a) está molesto y responder con tierna compasión, o podemos molestarnos también. Al enfocarnos en nosotros mismos cuando sufrimos una pérdida, podemos sentirnos tristes pero aún así conservar nuestra dignidad, o podemos regodearnos en sentir lástima por nosotros mismos y hundirnos en la depresión.

Alternativas balanceadas e hipersensibles

Manifestaciones de insensibilidad

El segundo esquema presenta cinco manifestaciones comunes de insensibilidad, cada una relacionada con los demás y con nosotros mismos. Para continuar con nuestra introspección, necesitamos buscar rastros de los ejemplos citados o de otros ejemplos que puedan aplicarse a nosotros mismos.

  1. Podemos no notar o no poner atención a cierta situación. Con relación a los demás, podemos no notar que algún familiar está molesto. En cuanto a nosotros mismos, podemos no poner atención al hecho de que nuestra relación de pareja no es sana.
  2. De manera similar, podemos no poner atención a las consecuencias de nuestras acciones. Con relación a los demás, podemos no notar que hemos herido los sentimientos de alguien. En cuanto a nosotros mismos, podemos no notar que el trabajo excesivo nos está causando estrés. En estas dos primeras formas de insensibilidad, nuestra falta de atención puede ir más allá de no notar algo: podemos llegar a negar su existencia.
  3. Aún si nos damos cuenta y aceptamos, ya sea una situación o la consecuencia de nuestras acciones, podemos no hacer nada al respecto. Con relación a los demás, podemos ver a una persona herida tirada en la calle y no detenernos a ofrecer ayuda. Con relación a nosotros mismos, podemos notar que estamos cansados mientras hacemos algún trabajo que no es urgente y, sin embargo, ignorar nuestra sensación y no dejar de trabajar.
  4. Aún cuando notamos algo en los demás o en nosotros mismos y actuamos en reacción a ello, podemos no tener ningún sentimiento perceptible. En lo concerniente a los demás, podemos cuidar atentamente a una persona enferma, pero sin sentimiento alguno, como una enfermera que atiende fría e impersonalmente a un paciente, simplemente como un trabajo. Cuando esto sucede, podemos volvernos insensibles tanto hacia la otra persona, como hacia nosotros mismos. Con respecto a nosotros mismos, podemos seguir un régimen especial cuando estamos enfermos, pero al ser incapaces de relacionarnos con nuestro cuerpo o nuestra enfermedad, es posible que nos distanciemos emocionalmente de nosotros mismos. Sin embargo, sentir nada es diferente de ser desapasionado y calmado. La calma es un estado de equilibrio, no una ausencia de sentimientos.
  5. Supongamos que notamos algo en los demás y en nosotros mismos, que actuamos en reacción a ello y que sí sentimos algo al actuar. Aún así, nuestra decisión de qué hacer puede ser insensible porque nuestro juicio está desequilibrado. Con relación a los demás, podemos darles lo que nosotros queremos, como seguridad económica, en lugar de lo que necesitan, tal como afecto y comprensión. Con relación a nosotros mismos, podemos hacer lo que otros quieren que hagamos, tal como pasar mucho tiempo con ellos, en lugar de hacer lo que nosotros necesitamos, como podría ser tener más tiempo para nosotros mismos.

Formas de insensibilidad

Esquema del ejercicio 1: Identificar desequilibrios en la sensibilidad

Procedimiento

En el caso de la sensibilidad equilibrada vs. la hipersensibilidad, haz una pausa después de cada par de alternativas y considera cuál de los ejemplos citados es más típico en ti.
En el caso de las formas de insensibilidad, busca casos similares de cada ejemplo en tu propia vida.

  • Para practicar en un taller, escoge un ejemplo de cada categoría.
  • Para practicar en casa, escoge sólo ejemplos que sean personalmente relevantes.
  • Para una práctica avanzada o exhaustiva, considera todos los ejemplos citados.

Ejemplos 1. Sensibilidad equilibrada vs. hipersensibilidad

Al prestarle atención a una situación

  • ¿Le preguntas a tu hijo(a) enfermo(a) cómo se siente o lo (la) importunas con esta pregunta cada cinco minutos?
  • ¿Cuidas tu salud o eres hipocondríaco?

Al tomar en cuenta las consecuencias de tus acciones

  • ¿Consideras la opinión de otros al decidir algo o estás tan temeroso de su desaprobación que esto te impide actuar?
  • ¿Tienes cuidado de que te vaya bien en la escuela o te preocupas obsesivamente ante un posible fracaso?

En tus reacciones en general

  • ¿Cambias de carril tranquilamente cuando alguien trata de rebasarte o enfureces y piensas ofensas?
  • ¿Buscas calmadamente las llaves perdidas o entras en pánico?

En tus reacciones emocionales

  • ¿Sientes compasión considerada cuando un ser querido está enojado o tú también te enojas?
  • Cuando sufres una pérdida, ¿sientes tristeza pero no te desmoronas, o te regodeas en sentir lástima por ti mismo y te hundes en la depresión?

2. Formas de insensibilidad:

No notar una situación 

  • No notar que un familiar está enojado. 
  • No poner atención al hecho de que tu relación de pareja es poco sana. 

No notar las consecuencias de tus acciones 

  • No notar que has herido los sentimientos de alguien. 
  • No notar que la sobrecarga de trabajo te está causando estrés.  

Notar pero no actuar 

  • Ver a una persona herida tirada en la calle pero no detenerte a ayudarla. 
  • Notar que estás fatigados mientras haces un trabajo que puede esperar, pero no tomarte un descanso. 

Notar y actuar pero sin sentimientos 

  • Cuidar atentamente a una persona enferma pero sin sentir nada por ella. 
  • Seguir una dieta especial cuando estás enfermo, pero al ser incapaz de relacionarte con tu cuerpo o con tu enfermedad, te distancias emocionalmente de ambos.

Notar y actuar pero con un juicio desequilibrado en cuanto a qué hacer 

  • Dar a otros lo que tú quieres, como seguridad económica, en lugar de darles lo que ellos necesitan, como más comprensión o afecto. 
  • Hacer lo que otros quieren que hagas, como pasar gran parte de tu tiempo con ellos, en lugar de hacer lo que tú necesitas, como tener más tiempo para ti mismo. 
Top