5 decisiones para desarrollar una actitud positiva hacia nosotros mismos

5 decisione

1. Dejaré de ser voluble y, en lugar de ello, desarrollaré una actitud amable hacia mí mismo, de forma equilibrada, todo el tiempo

La primera decisión es: sin importar qué tan bien o mal me vaya, desarrollaré una actitud equilibrada y amable hacia mí mismo. Tener autodesprecio o una opinión demasiado elevada de mí, daña mi habilidad para ayudar a otros. Lo mismo sucede si pienso que soy un don nadie: eso lastima mi habilidad para ayudar a otros, además de sólo hacerme sentir infeliz. Por lo tanto, la decisión es: “Me determino a hacer lo mejor que pueda para deshacerme de estas emociones y actitudes perturbadoras hacia mí mismo, que hacen que mi actitud hacia mí tenga tantos altibajos; sólo me causan problemas”.

Por favor, piensen en ello y tomen esa decisión.

[Pausa para práctica]

2. Me liberaré de la actitud autocentrada

La segunda decisión es liberarnos de la actitud autocentrada. Llegamos a esta decisión al pensar que toda la infelicidad proviene de apreciar al “yo” falso. En este contexto, “apreciar” significa estar totalmente preocupados por este “yo” falso; no significa solamente que nos agrade. Recuerden, el “yo” falso no existe en absoluto; es solamente algo que proyectamos: un “yo” sólido con el que nos identificamos y con el que sentimos que somos horribles, muy importantes o muy insignificantes. Nos recordamos: “cuando tengo autodesprecio, una actitud negativa y desvalorizadora hacia mí mismo, eso me hace sentir infeliz, ¿no es así? Y cuando estoy tan apegado a mí mismo que estoy totalmente autocentrado -preocupado por lo que va a pasar, si tendré éxito, si me enfermaré, sólo aferrándome y siendo demasiado auto-protector-, ese también es un estado mental muy infeliz. Y pensar: ‘no tengo ninguna cualidad, no soy nada’ tampoco es un estado mental muy feliz”.

¿Estas actitudes perturbadoras, qué tipo de cosas provocan que hagamos? Estamos tan ocupados latigueándonos a nosotros mismos, o preocupándonos por nosotros mismos, o ignorando nuestras necesidades, que realmente no podemos prestar atención a las necesidades de otros; con frecuencia actuamos destructivamente hacia ellos. Por ejemplo, es posible que estemos muy enojados con nosotros mismos: “¡Hice algo muy estúpido!”. ¿Qué pasa cuando estamos en ese estado mental? No somos tolerantes con nosotros mismos y, por lo tanto, también nos enojamos con otras personas. Es un estado mental de molestia y nos desquitamos también con los demás: decimos cosas desagradables, no somos amables con ellos, etc., lo cual sólo produce mayor infelicidad.

O estamos tan preocupados con el hecho de no tener lo suficiente, que no le damos nada a nadie. O les damos la pieza más pequeña o la peor de lo que sea que estemos comiendo si nos piden un poco; eso causa malas relaciones. La otra persona se resentirá con nosotros y eso nos producirá más infelicidad. O ignoramos nuestras propias necesidades, nuestras propias capacidades, y nos saturamos. ¿Qué pasa cuando nos saturamos? Cometemos más errores, ¿no es así? No ponemos mucha atención, estamos muy irritables, nos molestamos fácilmente porque estamos agotados, demasiado estresados. Y en nuestras relaciones con otros, nuevamente, esto produce más infelicidad.   

Así que, realmente, nuestra actitud hacia nosotros mismos es crucial. Si tenemos una actitud perturbadora hacia nosotros mismos, proviene de obsesionarnos con el “yo” falso, esta actitud perturbadora que está basada en pensar en nosotros mismos en términos de una cosa sólida. Así que decidimos liberarnos de esta obsesión por el “yo” falso y deshacernos de la actitud autocentrada que proviene de ella.

[Pausa para práctica]

3. Trabajaré para mejorarme a mí mismo

La tercera decisión es trabajar en beneficio del “yo” convencional, en otras palabras, trabajar para el autodesarrollo, porque nos damos cuenta de que tal es la fuente de toda felicidad. No estamos hablando de trabajar en nosotros mismos para desarrollar un ego más grande o mejor. No estamos hablando de eso. Más bien, entre más trabajamos en el autodesarrollo, mejorándonos a nosotros mismos, no sólo somos más felices, sino que también somos más capaces de beneficiar a otros. Entre más desarrollamos nuestras buenas cualidades, somos más capaces de ayudar a otros, y esa es verdaderamente la fuente de la felicidad.

Es muy interesante. Si estamos en paz y nos sentimos seguros con nosotros mismos porque tenemos una actitud saludable hacia nosotros, una actitud amable, eso nos da una posición mucho más estable para ser capaces de ayudar a otros. En otras palabras, no importa si la otra persona nos agradece o no; nuestro estado de ánimo no cambiará. “Oh, soy tan grandioso. ¡Me agradecieron!” o algo así. “¡Oh, no apreciaron lo que hice, no me agradecieron!”. Y aunque, por supuesto, deseamos que nuestra ayuda tenga éxito, no basamos toda nuestra sensación de valía personal en si lo que hacemos tiene éxito o fracasa. Que tenga éxito o que fracase se debe a millones de causas, no sólo a lo que nosotros hacemos.

Así que, mi sentido de valía personal no depende de eso -esto es muy importante- porque soy estable, me siento seguro conmigo mismo, en la medida en la que traté sinceramente de hacer mi mejor esfuerzo para hacer lo que pensé que sería de ayuda. Y si cometí un error, o di un mal consejo, o los demás no siguieron mi consejo, bueno, soy un ser humano, ellos son seres humanos y todos tenemos defectos.

Lo que es interesante es que en esta situación con frecuencia tenemos la actitud de “pude haberlo hecho mejor”. En primer lugar, tenemos que analizar si eso es realista. ¿Realmente pude haberlo hecho mejor? ¿O sólo me estoy culpando a mí mismo porque lo que hice no funcionó? ¿Es realista o no realista pensar que pude haberlo hecho mejor, que estaba en mis manos haberlo hecho mejor? Bueno, una vez más, somos humanos. Por supuesto, si hubiéramos tenido conciencia de algunos otros factores que estaban involucrados en la situación, podríamos haber tomado una mejor decisión, pero no lo sabíamos. Y si no dimos lo mejor porque estábamos exhaustos o porque fuimos flojos o lo que sea, vemos que tenemos que trabajar en eso para ser capaces de hacerlo mejor, pero el tema de la autovalía es realmente irrelevante. En cuanto empezamos a pensar en términos de autovalía, nos producimos infelicidad a nosotros mismos, sin importar si nuestro juicio es que “soy maravilloso” o “soy terrible”. Cuando pensamos que somos maravillosos nos volvemos arrogantes; cuando eso sucede nos volvemos descuidados. Nos volvemos excesivamente confiados y cometemos errores. Piensen en ello por un momento.

[Pausa para práctica]

 4. Soy capaz de intercambiar mis actitudes acerca del “yo” falso y el “yo” convencional

La cuarta decisión es que soy capaz de intercambiar mis actitudes acerca del “yo” falso y el “yo” convencional. En otras palabras, hasta ahora hemos estado muy obsesionados con el “yo” falso y hemos ignorado bastante al “yo” convencional, y lo que queremos hacer ahora es cambiar eso. Ahora, esto no significa estar obsesionados neuróticamente con el “yo” convencional. En lugar de ello, significa cuidar al “yo” convencional de una forma saludable y olvidarnos del “yo” falso, porque nunca ha existido en absoluto.

Somos capaces de hacer esto. ¿Por qué? Porque cuando nos hemos beneficiado en el pasado, en realidad hemos estado beneficiando a nuestro “yo” convencional. Además, debido a que el “yo” falso no existe en absoluto, no puede ser beneficiado ni dañado. Así que, cuando hemos pensado en nosotros mismos en términos de un “yo” falso (“soy tan maravilloso” y “debería hacer esto o aquello” y demás, por este “yo” falso) si es que hubo algún beneficio de ello, no estábamos beneficiando al “yo” falso, sino al “yo” convencional. Necesitamos pensar acerca de ello.

Si esto es un poco confuso, déjenme darles un ejemplo. Digamos que estamos totalmente obsesionados y preocupados por nosotros mismos: “Me tiene que ir perfectamente bien en la escuela”. Estamos preocupados por cómo nos va a ir y estudiamos con gran ahínco para el examen. Y aprobamos, obtenemos una buena nota. ¿Quién se ha beneficiado con ello: el “yo” falso o el “yo” convencional? El “yo” falso no existe en absoluto. Me he beneficiado de ello, el “yo” convencional se ha beneficiado. Aunque estaba pensando en términos del “yo” falso (“oh, estoy tan preocupado por esto”, “tengo que tener éxito” y pensamientos similares), aun así, el “yo” convencional es el que se beneficia. Así que, aunque quizás causamos que el “yo” convencional fuera muy infeliz por estar tan preocupados, también fuimos amables con él porque aprobamos el examen. Esa es la razón por la que digo que somos capaces de ser amables con el “yo” convencional, porque, de hecho, lo hemos sido. Cualquier beneficio que nos hemos dado a nosotros mismos ha sido para el “yo” convencional.
[Pausa para práctica]

5. Definitivamente cambiaré mis actitudes acerca del “yo” falso y el “yo” convencional

La última decisión es una confirmación de que haremos nuestro mejor esfuerzo para dejar de tener estas actitudes perturbadoras y estas formas perturbadoras de tratarnos a nosotros mismos, basadas en identificarnos con el “yo” falso y, en lugar de ello, tener una actitud amable y positiva hacia el “yo” convencional y tratarnos bien. Para ello, pensamos en términos de las diez acciones destructivas y las diez acciones constructivas tal como se listan en la literatura budista.   

En este punto necesitamos ser un poco flexibles e imaginativos en nuestra forma de entender estas acciones destructivas y constructivas, y no sólo limitarlas exactamente a la forma en que están definidas en los textos, sino aplicarlas de una forma más amplia. Por ejemplo, no sólo pensamos en términos de tomar la vida de los demás, sino que también incluimos en esta categoría causar daño físico. Y, por supuesto, estamos pensando en términos de no hacérnoslo a nosotros mismos.

La lista tradicional de las acciones destructivas incluye tres acciones físicas:

  • Tomar la vida de otros.
  • Tomar lo que no nos es dado.
  • Involucrarse en comportamiento sexual inapropiado, lo cual básicamente se refiere a involucrarse en comportamientos sexuales insanos o dañinos.

Después, los cuatro del habla:

  • Mentir; decir lo que no es verdad.
  • Usar lenguaje divisorio, decirle a alguien cosas negativas de sus amigos con el fin de causar una división.   
  • Usar lenguaje ofensivo; decir cosas que lastiman.
  • Parloteo ocioso, se refiere a pláticas sinsentido, “bla bla bla”, que interrumpen y desperdician el tiempo de todos.

Y luego están las tres formas de pensar destructivas:

  • Pensar con codicia, se refiere a pensar con envidia: “tengo que conseguir lo que esta otra persona tiene”, y planeamos cómo lograrlo.
  • Pensar con malicia, se refiere a pensar cómo podemos lastimar a alguien más, maquinar y planear qué podríamos decirle la próxima vez que la veamos, que realmente la lastime.  
  • Pensar distorsionadamente con antagonismo – por ejemplo, alguien está haciendo algo positivo, digamos que acude a alguna práctica espiritual, y después pensamos: “eso es tan estúpido, es tan terrible. ¿Cómo puedo detenerlo? ¿Qué cosas negativas puedo decirle para hacerle ver lo tonto que es?”. Hay muchas variedades de esto.

Me parece que con un poco de imaginación podemos pensar en variantes de estas acciones que podrían ser aplicables a cómo nos tratamos a nosotros mismos, nos hablamos a nosotros mismos y pensamos acerca de nosotros mismos. Pensamos en las desventajas de cada uno de los diez tipos de conducta destructiva dirigidas a lo que concebimos como el “yo” falso, y lo contrastamos con los beneficios de dirigir sus opuestos (las acciones constructivas) hacia el “yo” convencional. Ya sea que las acciones destructivas estén dirigidas al “yo” falso o al “yo” convencional, aun así, no son benéficas en absoluto.  

La primera sería tratar de castigarnos porque no somos buenos, este tipo de actitud, en lugar de cuidarnos, cuidar al “yo” convencional. Estamos pensando en nosotros mismos en términos del “yo” falso y lo estamos tratando mal, en oposición a tratar amablemente a nuestro “yo” convencional. Pensamos en las desventajas de una actitud y en las ventajas de la otra.

Cuidar al “yo” convencional no significa ser excesivamente permisivos y darnos todo lo que deseamos. Tampoco significa privarnos de algo en lugar de darnos algo, negarnos algo porque “no lo merezco” y ese tipo de cosas. Esto caería en la categoría de robarnos a nosotros mismos: no darnos algo que necesitamos. Algunas veces lo hacemos; algunas veces somos muy mezquinos y miserables con nosotros mismos: nunca gastaríamos nada en nosotros mismos para facilitarnos un poco la vida, aunque pudiéramos costearlo (estamos hablando de cuando podemos costearlo), cuando de hecho podríamos ser amables con nosotros mismos.

Estoy pensando en un ejemplo. Digamos que es tarde por la noche y estamos en la calle. No sé cómo es aquí en Moscú, pero en Berlín el metro y los autobuses prestan servicio, pero de forma muy poco frecuente; si tienes que hacer varias escalas para llegar a tu casa, podría tomarte horas. Así que, un ejemplo de quitarnos algo sería no querer gastar dinero en un taxi para llegar a nuestra casa por la noche, este tipo de conducta. ¿Y quién va a sufrir? Yo voy a sufrir porque tengo que levantarme temprano por la mañana para ir a trabajar. Si sólo tengo tres horas de sueño ¿cómo voy a ser capaz de hacerlo? Es esta actitud de “no voy a gastar aunque tenga dinero para el taxi”, de eso es de lo que estoy hablando. Si no tenemos el dinero, eso es otra cosa.

Otro ejemplo es, en lugar de hablarnos con dureza, (“¡eres un idiota, eres terrible!”) darle ánimos al “yo” convencional: “vamos, puedes hacerlo”. En lugar de mentirnos a nosotros mismos, ser honestos con nosotros mismos. Estos son ejemplos de tratarnos con crueldad en lugar de tratarnos con amabilidad, y vemos las desventajas de ser autodestructivos y de tratarnos con crueldad, y las ventajas de ser amables con nosotros mismos y ser constructivos. Con esta última decisión, trabajamos con esto. Realmente no tenemos tiempo de revisar las diez una por una con cada una de las acciones destructivas y constructivas, pero al menos se pueden dar una idea.

[Pausa para práctica]

Aplicar el tonglen a nuestros problemas

Como mencioné antes, para desarrollar este entrenamiento he tomado los puntos que aparecen en el contexto de igualar e intercambiar nuestras actitudes acerca de nosotros y los demás y los he aplicado sólo a nosotros mismos. El siguiente paso en la secuencia, cuando se aplica a nosotros y a los demás, es la práctica del tonglen, dar y tomar. ¿Hay alguna forma en la que podamos aplicarlo aquí? El Entrenamiento mental en siete puntos dice que, cuando hacemos la práctica de dar y tomar, deberíamos empezar con nosotros mismos, así que ¿cómo podemos hacerlo?

Cuando estamos pensando en tomar el sufrimiento de los demás, los imaginamos enfrente de nosotros, o lo podemos hacer con gente que veamos en el metro o en el autobús. Por supuesto, cuando lo hacemos con alguien que está físicamente presente no le decimos lo que estamos haciendo. Hacer alarde de ello o anunciarle a alguien: “te estoy quitando los problemas”, sólo genera conflictos porque pensarán que eres un completo idiota, si es que asumir los problemas de otras personas no funciona; se trata sólo un gran despliegue del ego. En Entrenamiento mental en ocho versos, se dice que debe hacerse como una práctica oculta, algunas veces traducido como “secreta”; “oculta” significa que la hacemos en privado, no les decimos a los demás lo que estamos haciendo.

Si estamos pensando en términos de asumir nuestros propios problemas – por ejemplo, los problemas del envejecimiento – y lidiar con ellos ahora, podemos imaginarnos a nosotros mismos como una persona anciana enfrente de nosotros, y entonces asumimos ese problema. Otro ejemplo es que enfermemos en un momento posterior de nuestra vida. Podríamos imaginarnos enfermos y asumir ese problema –en términos de cómo lidiaríamos con eso- y damos algunas soluciones de tal forma que estemos listos para lidiar con tales problemas si es que ocurren. No negamos que es posible que sucedan.

En contraste con esto, cuando trabajamos con tomar una actitud negativa que tenemos hacia nosotros mismos y el sufrimiento que conlleva – esta es mi propia idea (no la he escuchado de nadie más) – pienso que no tenemos que visualizarnos frente a nosotros. Me parece que podemos hacerlo de una manera ligeramente diferente.

Cuando trabajamos con otros, imaginamos que el sufrimiento, todas las cosas negativas, provienen de ellos y entran a nosotros en una variedad de formas repulsivas que se disuelven en nuestro corazón – se disuelven en la calma de la mente de luz clara, por así decirlo – y después les enviamos felicidad. No es que conservemos esas cosas dentro de nosotros y nos aferremos a ellas, sino que son como una alteración en el océano de la mente que se calma. Así, sobre la base de calmarse, podemos enviar sentimientos positivos.

Aquí, cuando trabajamos con nosotros mismos, en lugar de visualizarnos frente a nosotros y hacer este tipo de práctica como lo haríamos al tomar las actitudes negativas de alguien más, no visualizamos nada enfrente de nosotros. En lugar de ello, sólo tratamos de sentir en nuestro cuerpo la energía negativa perturbadora de nuestra baja autoestima, por ejemplo, e imaginar que baja a nuestro corazón, proveniente de todo nuestro cuerpo. Podemos visualizar la actitud negativa y la energía de muchas maneras diferentes – como una luz oscura o como sustancias repulsivas – pero sólo la llevamos al corazón, al centro del corazón, e imaginamos que se calma y se disuelve ahí. Después, imaginamos que desde nuestro corazón resplandece una actitud positiva hacia nuestro “yo” convencional y que se esparce por todo nuestro cuerpo. Me parece que ese tipo de visualización ciertamente será menos dualista.  

Hay una razón más profunda para sugerir esta forma de visualización. Cuando tenemos una actitud negativa hacia nosotros mismos, nuestra energía se perturba mucho. Así que, cuando hacemos este proceso de disolución con nuestra mente, también nos ayuda a calmar físicamente la energía perturbadora que hay dentro de nuestro cuerpo. Me parece que sería más difícil lograrlo si imagináramos que tomamos la energía perturbadora de nosotros mismos visualizados frente a nosotros.

Incluso si sólo somos capaces de relajar la tensión de nuestros músculos mientras hacemos esta visualización de dar y tomar (por ejemplo, relajar la tensión de nuestros hombros y nuestro cuello, que es donde usualmente se acumula más tensión) y la disolvemos, y después tratamos de que una actitud más positiva y calmada resplandezca desde lo más profundo de nosotros, para que permee al menos nuestro cuerpo -si no todo en nosotros-, esto sería muy útil. Esta es mi idea. Inténtenlo.  

[Pausa para práctica]

Resumen

La baja autoestima y el autodesprecio nos causan una gran cantidad de infelicidad; obstaculizan nuestra efectividad al lidiar con los desafíos de la vida. Sea que tengamos por objetivo las metas budistas clásicas de la liberación y la iluminación, o simplemente que deseemos mejorar la calidad de nuestra vida y ser de más ayuda para nuestra familia, amigos y demás, necesitamos superar estos sentimientos negativos acerca de nosotros mismos. Primero que nada, necesitamos aquietar cualesquiera emociones perturbadoras auto-dirigidas que tengamos – sea repulsión, obsesión o negligencia – y obtener ecuanimidad hacia nosotros mismos. Con una actitud abierta y realista acerca de nuestros puntos fuertes y débiles, podemos determinarnos a trabajar por convertirnos en una mejor persona, sobre la base de tratarnos con amabilidad, auto-respeto, de la misma forma en que trataríamos a otros.

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